Debo admitir que este título lo
saque de un episodio de Sex and the city, por alguna extraña razón me quede
viendo un episodio de la tan afanada serie, no sabía si cambiar de canal o solo
apagar la tele, a las finales me quede prendido con ese episodio.
Muchos se peguntaran porque el
título de las ex en la ciudad, y es que un poco de esto último he sufrido estos
días.
Las Ex novias siempre me han
resultado un tema incómodo. Quizás se deba porque siempre he sido yo el
culpable de los términos de la relación, y eso género en mi - a lo largo de
mucho tiempo - una especie de pánico, de miedo a una posible revancha o
venganza de algún de las féminas que se irrogaron del estatus de ex.
Para ser honesto, más que un tema
incomodo es una mezcla de amor-odio ya que por un lado no quieres saber nada de
tu ex, pero por otro lado te importa y te carcome la curiosidad de saber de
ella y de su nueva vida de soltera libre y feliz. Lo tragicómico de todo esto
es que cuando logras obtener información de su estado sentimental, lamentas en
el alma haberlo hecho, porque al parecer, ella ya le dio la vuelta a la página
de su vida y es en ese momento en que te volviste solo un recuerdo.
Arruinado por la sorpresa,
convencido de que fue mala idea saber sobre tu ex, te pasas los días en un
estado de patidifusa melancolía. Dejas de acicalarte, de pulirte, te abandonas
al delirante estado de escuchar canciones románticas las cuales tienen que ver
contigo y con tu desgracia sentimental.
Pasan las semanas, los meses, los
años y tu Ex va desapareciendo, inconscientemente vas avanzando hacia el lado
opuesto de done se dirige tu ex, cada paso que das, te aleja un kilómetro mas,
sin darte cuenta has avanzado tanto que la distancia los separo del todo. Ya no
solo no quieres saber de ella, sino que piensas: para que, cual es la utilidad,
cuál sería el beneficio.
Tu mismo te has convencido de que
ya no la necesitas, que puedes avanzar en la vida sin que el recuerdo te
persiga, ya te has recuperado del todo, vuelves a tener una vida social,
conoces a alguien, te vuelves a enamorar, vuelves a ser feliz, pero por alguna
extraña razón – el destino, cómplice con la ironía dispuesto a jugarte malas
pasadas - te la topas en el lugar menos
probable.
Como les comente al inicio de
esta memoria, algo de esto último me ha sucedió estos días. Salí del trabajo rumbo
a mi casa pero decidí hacer una breve parada por el tottus que está en las Begonias, cogí el carrito del súper mercado
y me dirigí a la sección de abarrotes, mi idea era comprar justo lo necesario
para poder sobrevivir esa semana.
Empujaba el coche con una sobria
independencia, como si esta fuera una silla de ruedas, lo paseaba por los
pasillos del súper mercado buscando entre las marcas de los productos el que
más se acomode a mi presupuesto, comparando precios como si fuera la Reyna del
ahorro, buscando las ofertas como si se tratase de una madre de familia que
tiene que alimentar a sus 7 hijos.
Siempre he sido exagerado al
momento de comprar, los que me conocen dicen que soy un cerdo vicioso, pero
siempre he pensado que es mejor que sobre a que falte, es por esa misma lógica
que siempre compro grandes cantidades de papel higiénico, en primer lugar
porque me desespera estar ahorrando el papel utilizando esos pequeños recuadros
que ya vienen pre cortados en el rollo y segundo lugar, porque todos los fines
de semana tengo visitas inesperadas sea de familiares o amigos y siempre
terminan por agotarme las pocas reservas de papel que me quedan.
Me deje llevar por la música que
sonaba en mis auriculares y me deslice hacia la caja para pagar mientras
tarareaba con un ingles masticado la canción uptown funk. En esas mongolitas cavilaciones estaba cuando en la
cola para pagar me encontré con mi Ex acompañada de un tipo que fácil y le
doblaba la edad.
Estaba claro que no podía
retroceder ya que la salida había sido cubierta por otro carrito esperando en
la cola, podría haber disimulado un escape, pero mi reacción ya era demasiado
tarde, ya habíamos cruzado miradas. Cuando me percate del hecho ya era muy
tarde para hacerse el loco, lo único que me quedaba era seguir adelante y
disimular sorpresa acompañado de una sonrisa de utilería.
Por un momento estas atrapado en
la horrible escena de terror que no querías protagonizar jamás: tú, tu EX y el
hombrecillo que ha tomado tu lugar en su vida. Ella te sonríe con esa antigua
complicidad y yo -que mas espantado no
puedo estar – me acerco a saludar. Ella me saluda y me presenta a su gentil
acompañante: “oye te presento a mi enamorado“, le estiro la mano para
estrechársela y me percato que se parece mucho a ese amiguito de la oficina del
cual ella siempre me hablaba.
No sería nada raro que en ese
momento me diera un infarto, inmediatamente analice al sujeto y comencé a hacer
comparaciones físicas, solo para convencerme y convencer a mi conciencia de que
a ese tipo le llevo años luz de distancia. Claro que no fue el mejor momento
para hacer comparaciones, ya que examinándome con el mismo ojo lúdico con el
cual examinaba a mi hermanito, caí en cuenta de que no me encontraba en las
mejores condiciones físicas posibles, camisa arrugada, zapatos sin lustrar,
olor a sudor y corbata desalineada, parecía un escolar saliendo del colegio.
Lo único que haces en ese momento
es apelar es a esas conversaciones superficiales y diplomáticas, llenas de
lugares comunes y de poses políticamente correctas. Sonríes a todo lo que te
dice y respondes de la misma forma, como si te encontraras en un estado de
Piloto automático dejando soltar frases cortas y precisas para casos de
emergencia. “¿Cómo has estado?, ¿Qué ha sido de tu vida?, ¿Terminaste tu
carrera?, ¿Dónde estás trabajando?, ¿te casaste?, ¿ahora vives solo?, ¡ya estas
viejo!, ¡te veo más gordito!, conversaciones llenas de sonrisas impostadas y
falsas.
Lo único que esperaba en ese
momento es que la cajera acelerare el proceso de pago para que esta puesta en
escena terminara de una vez y diera fin al histriónico intercambio de
frasecitas amables y desangeladas.
Algo que odio más que una mala
película en el cine, son los silencios largos e incómodos en los encuentros
fortuitos y claro que esto último fue lo que sucedió en la fila del súper. Cuando
se acaba tu repertorio de frases pre diseñadas para estos casos, lo único que
te queda es fabricar más pero para ello necesitas tiempo, tiempo muerto que
normalmente forma los silencios largos e
incómodos. De reojo vi que chequeaba mi carrito examinando impúdicamente
los productos que estaba comprando, por ahí vi que se detuvo en la plancha de
papel higiénico que estaba llevando, me miro a los ojos y me pego un gesto
disforzado de asquerosidad como diciendo: “Tan grande y cagon”; me incomodo su
ademan de pulcra y ahorra papel, así que no me quedo más remedio que devolverle
el ademan, mire su carrito y vi que dentro de sus compras sobresalía un par de
pepinillos y un pan baguette, así que la mire a los ojos y le pegue una sonrisa
picara como quien decir: “tan Vieja y pendeja”. Tal parece que entendió el
mensaje porque no volvió a mirar mi carrito.
La puesta en escena termino y nos
despedimos como si fuéramos suegra y nuera, era momento de volver a la vida
real. Chape mis bolsas, mi plancha gigante de papel higiénico y me subí al
primer taxi que vi, mientras me acomodaba en el asiento trasero, lo único que
pensé fue: “esto, tengo que escribirlo”.