Siempre he pensado que el hecho
de tirarse un gas, era símbolo de confianza, que lanzar ese silencioso o bullicioso
aroma peculiar demostraba una distintiva camaradería, o eso es lo que creía.
Cuando tenía ocho años, el sonoro
y fétido pedo, generaba risas entre el público masculino familiar cuando se reunían
en la sala para ver algún programa de la televisión peruana, claro que esas
risas siempre iban acompañado de escapes contiguos, como si en vez de una flatulencia
hedionda fuera una bomba lacrimógena que había sido disparado para separar la
muchedumbre alborotada.
A la edad de quince años, en el clímax
de la palomillada, no había mejor forma de generar una broma colegial que
lanzando un pedo sonoro dentro del baño de hombres y cerrar la puerta con
alumnos adentro para que sean víctimas de la mayor pestilencia posible.
Claro que todo este tema del
pedo, siempre se ha visto relacionado con la palomilla y chacota que los
muchachos tienen en la adolescencia, un juego que tarde o temprano se finiquita
cuando comienzan a sentir atracción por el sexo femenino.
Cuando esa etapa de la vida, que
tarde o temprano llega, involucra a un hombre con una mujer, milagrosamente,
todos los hombres del planeta – en temporada de búsqueda y caza – se convierten
exactamente en unos galanes, clones baratos de un Leonardo DiCaprio en la película Gatsby, robots que operan de la misma manera, que disfrazando
perfectamente al lobo dientón y salivoso, reprimen sus verdaderos deseos y proyectan una impoluta imagen de corrección
y mansedumbre, porque son consientes que solo así conseguirán su objetivo a mediano o largo plazo.
Pero está bien, todo perfecto
hasta ahí, me parece genial que un hombre use la galantería y caballerosidad
para conquistar a una mujer, como que le da un aire más elegante y solariego,
claro a comparación de ahora con su perreo y sus fiestas semáforo, que mas que
corromper a la juventud, facilita el acercamiento entre hombres y mujeres. Quizás
suene como un viejo, pero creo que el cortejo pre noviazgo y el engalanar la
conducta amical, es lo correcto.
Lo que si no puedo entender, es
como los hombres que inicialmente utilizaron toda la galantería y
caballerosidad para conquistar a una chica, es decir, que le abrieron la puerta
del carro, que dejaron que ella elija la música de la radio, que le retiraron
la silla en el restaurant, que colgaron y
descolgaron oportunamente su saco o abrigo, que se tomaron la molestia
de llevar algún cursillo para aprender a descorchar el vino con elegancia, y
por supuesto, que le regalaron rosas por algún momento especial; lleguen al
punto de soltar impúdica y descaradamente un pedo, como símbolo de confianza.
El pedo - a pesar de ser un hecho
biológico natural – siempre ha sido símbolo de la descortesía más primitiva en
lo que ha costumbres de caballeros se refiere. Según las normas y reglas de
etiqueta, el pedo, disparado desde los esfínteres intestinales con gran
sonoridad en presencia de una cantidad determinada de personas, es considerado
como una falta de respeto hacia los individuos presentes en el lugar, a pesar de
que estos sean abstemios al agua y no se hayan bañado en semanas.
Una vez, que este singular aroma
ha sido despedido en presencia de tu enamorada, las cosas no vuelven a ser lo
mismo. Lo gracioso es que para justificar esa biológica y ofensiva costumbre de
ir liberando ventosidades por doquier, el machismo a impuesto esta atrocidad
como la popular y pusilánime: “confianza del pedo”.
En el colmo de la conchudes, hay
individuos que para pegárselas de graciosos y pasar ese límite fronterizo entre
la confianza y la demasiada confianza, se divierten haciendo bromas al
respecto. “Jálame el dedo” y cuando lo haces, el conocido sonido aparece de
quien sabe donde ambientando toda la habitación. Lo peor es que si reclamas por
la atrocidad pestilente que ha invadido tus fosas nasales, suelen contra atacar
con frases del tipo “pero si es algo normal”, “que, acaso tú no te tiras
pedos”, “Ah, seguro tú has de cagar rosas ¿no?”.
Cruzado esta raya fronteriza de
la relación, conforme pasan los meses, el glamour y gentileza inicial, van desapareciendo, se
va borrando el maquillaje de la cortesía, las sonrisas se van oxidando y la
careta de galán de telenovela se va
cayendo a pedazos, como si se tratara de una máscara de cerca, hasta que
aparece el autentico e inimitable monstruo conchudo en toda su expresión.
Mayormente esto sucede en el clímax de la chabacanería, cuando todo ha sido
expuesto, cuando los pesos y medidas oficiales han sido revelados, cuando el
léxico florido al inicio ha sido reemplazado por vulgares jergas coloquiales,
es en ese punto cuando a su pareja la somete a sus aireados eructos y
flatulencias con automático desparpajo y naturalidad. Como si un cuesco fétido y sonoro equivaliera, no sé,
a una carcajada o una caricia.
Posteriormente deja de aparentar
etiquetas que no tiene (eso sucede mayormente cuando ya colgó los chimpunes),
se desmondonge en la cama, jala la frazada para su lado, trata de imponer sus
gustos, cuando de ir al cine o a comer se trate, decomisa el control remoto, se olvida de todo
lo hacendoso que era cuando estuvo de enamorado, no jala la palanca del wáter
(de hecho, no levanta la tapa), escarba
su nariz con el dedo índice, se olvida las fechas importantes y sobre todo, se
queda dormido mientras hace el amor en la pose del misionero.
Sinceramente creo que debí haber
nacido en la época de William Shakespeare,
donde el cortejo era parte primordial de una relación, la galantería era una
costumbre que se inculcaba desde niño y las caretas solo eran parte de los
actores de teatro. Me considero un antiguo como mi amigo el gordo, quizás sea
por eso nos llevamos tan bien.
Aun, a mis veintisiete años,
cuando decida iniciar una relación, me reusare a cruzar ese último peldaño de
la confianza, ese límite entre la decencia y la ramplonería. Pero eso sí, si no
hay otra forma de evitar lo inevitable, prometo no escandalizarme y seguir
despotricando como ahora.
Alguno de ustedes ya cruzo ese
umbral que muy graciosa y conchudamente se llama la confianza del pedo, o se reúsan como yo a dar ese paso y de mostrar
a los verdaderos individuos de la relación.
Edición y Fotografía: Dessiree Ramos Angeles (la enamorada y cada día
mas chata, Dessita)
Facebook oficial del blog:
[Aqui les dejo un spot publicitario de una canal de cable, donde se ve claramente la bestialidad que definitivamente se ve en muchas relaciones de pareja cuando existe la llamada "confianza"]
jajajajajaa... tampoco tanto brother, yo aun soy un caballero jaja
ResponderEliminarfelicidades entonces, quedamos pocos jaja...
EliminarHola, muy bueno el blog, yo casi tengo 3 años con mi enamorado, pero no le permito ningún tipo de gas .. creo que es cuestión tambien de respeto mutuo.
ResponderEliminarRespeto y consideracion. Un abrazo milagros, gracias por visitar el blog
Eliminarjajaja me has hecho reir muchisimo en esta tarde gris de Lima, pero es la verdad nos encantan los hombres educados, chevere si se mantienen asi, el problema es cuando nos damos cuenta que solo finjen para atraparnos y luego cambian o simplemente dejan de demostrar esos detalles... espero que el siguiente mas que galante sea sincero.
ResponderEliminarUn abrazo.
gracias por tu comentario MC, espero tambien que tu proximo enamorado sea lo que buscas. Saludos. AC
EliminarCreo que deberias ahondar en el tema de la "confianza del pedo" ........jajajaja
ResponderEliminarahondar en sentido figurado supongo, porque literal no creo
Eliminartipico en los hombres, pero en fin...lo bueno dura poco.
ResponderEliminarno en todos
EliminarHola Alan Cris
ResponderEliminar...Aquello de la confianza del "Pedo"...que extraña fuerza impulsa a un hombre a hacerlos y a una mujer a soportarlo??
la extraña fuerza del "amor". Gracias por tu comentario. Saludos
EliminarHola Alan Cris. Búscame en yahoo.com, con el nombre que aquí uso para firmar.
ResponderEliminarMe encantas. Me encanta tu manera de escribir. Sólo un tipo interesante puede escribir así, quiero averiguar si estoy en lo cierto.
te decepcionaras creeme. Gracias por comentar el blog. Saludos. AC
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