Una tarde del 2004, discutía con
B (una ex enamorada); por aquel entonces tenía 17 años, estábamos sentados en
el sofá de la sala de su casa, ya no recuerdo que reproches nos hacíamos, pero
sí sé que el ambiente se puso algo cargado. Llegó un determinado momento en el
cual le recriminaba sus constantes engreimientos, ella no encontró mejor forma
de responderme que con un insulto: “eres un idiota”.
Su respuesta me sonó tan obscena,
que me causó una súbita indignación. Esas tres silabas que acababa de
pronunciar (i/dio/ta) fueron el detonante para que pusiera fin a la precaria
discusión adolescente. Me paré en el acto y con una mezcla de arrebato y fanfarronería,
le dije: ¿Sabes qué? ¡Me Quito! Estaba furioso, dolido, taciturno, parecía como
si me hubiese sacado la vuelta 3 veces. En un Acto de arrepentimiento ella
trato de persuadirme pero, como no pudo lograrlo, se interpuso entre la puerta
y yo.
- ¿Por qué te vas si no quieres irte?
- Si me quiero ir.
- ¿Estás seguro?- Claro que sí.
- Esta bien, pero luego te vas arrepentir.
- No lo creo.
Al ver que deposité mi mano en el picaporte de la
puerta, ella no encontró mejor manera de detener mi escape, que con un tremendo
y salivoso mordisco en el brazo. Sonará tonto y hasta masoquista, pero en vez
de producirme más cólera y rabia de la que ya sentía, me invadió un súbito
ataque de risa. Lo cómico era que, después de la mordiscada que me produjo,
tenía la cara, de reprocharme
diciéndome: “¿No que te querías ir? vete pues”. Así que cada vez que
intentaba poner mi mano en la perilla de la puerta, era atacado por otra
mordedura de parte de B como si yo fuera una manzana o un pedazo de carne asada
con patas.
Lo extremadamente irónico y extraño, era que me
mataba de la risa como si B me estuviera
contando un chiste. Al final su estrategia de distracción le sirvió mucho,
porque, al minuto siguiente entre risa y risa, nos metimos un chape como
símbolo de paz.
A estas alturas, quizá los lectores pienses que sea
un masoquista al que le gusta el golpe, siguiendo al pie de la letra el refrán
de la paisana Jacinta: “más me pegas, más te quiero”. La verdad, no es así. Me causó gracia su repentina salida para una
discusión que se salía de control.
Los días posteriores, llegaron a ser iguales a una
batalla campal. Cada vez que discutíamos por una u otra cosa insignificante, a
B no se le ocurría mejor manera de terminar la discusión que metiéndome otra
mordía cual perro rabioso. La primera vez me pareció graciosa, cómica, algo
fuera de lo común, pero a estas alturas, la verdad ya me producía una antipatía
el estar quejándome de la manía que había adquirido B.
Al parecer mis constantes reproches hicieron que
calmara su ímpetu de morderme, pero con lo que no contaba, era que había adquirido
otro hábito, una conducta que nunca le había conocido. Y es que, cada vez que
asistíamos a una fiesta, ella se quedaba paralizada varias horas, sin emitir
una sola palabra, sin iniciar ninguna conversación, era lo que se dice una “chica
parca”, “fría”, al mismo estilo de una emo
sacada de Jirón Quilca.
Lo curioso de todo esto era que días antes de
invitarla al cumpleaños de fulanito, ella aceptaba con gran entusiasmo mis
salidas fiesteras. Previamente desde luego, me hacia las preguntas de rigor:
¿Dónde era? ¿De quién era el tono? ¿Quiénes iban a ir? ¿Hasta qué hora nos
íbamos a quedar? etc, etc, etc.
Llegado el día de la fiesta, pasaba a buscarla como
es normal y la encontraba linda y espectacular como muchas veces. Verla en ese
estado me agitaba el corazón y la baba borboteaba cayendo de mi boca. Lo que sí
me parecía raro, es que minutos antes de salir de su casa, me informaba que ya
había pedido permiso hasta la 1 de la mañana y con una cara de picara
preguntaba “si de verdad tenía ganas de ir a la fiesta de menganito”. Desde
luego, que Alan, Don Pepelmas, quien tenía el libido de un niño de cuatro años,
respondía como un autómata programado sin opción a pensarlo: “Claro que sí
amor, donde mas creías que íbamos a ir”.
Como muchas otras veces, llegábamos a la fiesta, y
de inmediato se colgaba. Más de una vez pensé que se aburría en los tonos, que quizá
no era lo suyo rodearse de tanta gente; pero qué diablos, estaba más embobado
que Pucca persiguiendo a Garu y a esas alturas muy poco o nada me
importaba que me hubiera mordido el brazo o que no emitiera ningún sonido en
las fiestas. Además, me gustaba pasear de la mano de B por esos lugares y que
los demás chicos promiscuos de mi edad, me miraran con envidia y recelo por el mujerón que llevaba de la mano.
A la semana siguiente, B me invitó a almorzar a su
casa, era algo raro en ella, porque para empezar no sabía cocinar, era un total
desastre frente a las ollas, sartenes y tablas de picar, además, ella no solía
tener esos detalles tan femeninos. Era de esperarse que su mamá, la encantadora
y consentidora Fabiola, cocinara el menú del día. Para sorpresa mía, la
Sra. Fabiola, estaba preparando un rico Lomo Saltado, y mientras cortaba las
tiras de carne para el platillo principal, B las salpimientaba a modo de ayudar
en la cocina. Aquella escena me pareció muy tierna; para empezar me fascina ver
que una mujer cocine, o al menos haga la finta
de querer cocinar. De un momento a otro sonó el teléfono de la sala, como es lógico,
la Sra. Fabiola se dirigió a contestar, dejándonos solos en la cocina por unos
cuantos minutos.
Mientras que observaba a B aderezar las tiras de
carne para el Lomo Saltado, me enamoraba más de ella como un tonto de las
pelotas (de ahí el popular refrán de que a los hombres se les conquista por el
estómago), en esas introspecciones idealistas marchaba, cuando de un momento a
otro cogió un trozo de carne cruda – la cual iba a ser para el lomo – y sin
ningún aviso se lo metió a la boca, engullendo con gran satisfacción aquel pedazo
de res.
Entiendo que hay personas que les gusta la carne
término medio, algunos les fascina comérselo a la inglesa (es decir, con sangre
chorreando del plato), pero ¡comerlo crudo! es algo que en realidad no me
cuadra. Fue por ello que al reprocharle tal barbaridad, ella me respondió de
una manera muy fresa: “¿pero qué tiene de raro? ¿Acaso tú no has comido
ceviche, que no es otra cosa que pescado crudo con limón y sal?”. Quise
refutarle de una manera salomónica, pero en ese momento llegó su mamá con una
gaseosa bajo el brazo, neutralizando así el episodio carnívoro que B acababa de
interpretar.
Aquella tarde me quedé en mi casa hecho una planta,
mientras fantaseaba con B y el futuro
que nos esperaba juntos; con cuatro hijos acuesta, un perro salchicha y una
casa de dos pisos color melón, tampoco podía dejar de imaginar absurdas teorías
sobre el comportamiento de B. Analizaba todas las facetas que tuvo, desde
morderme y comer carne cruda, hasta permanecer en silencio y no decir nada como
un zombi en la fiestas.
Estaba claro que ella tenía un problema, pero la
pregunta era ¿cuál sería la solución? ¿Conversar con ella sobre sus manías? ¿Informarles
a sus viejos que tenía un trastorno con la carne cruda? O simplemente cruzarme de piernas y esperar a
que termine de convertirse en una loca y cual si fuera una película de Hannibal amanecer un día amarrado de
pies a cabeza con el vientre descubierto, salpimientado y mordisqueado por la
eufórica y caníbal de B.
Claro que todas esas ideas sonaban muy descabelladas,
hasta llegué pensar que tenía un complejo de Zombi, ¿qué puedo decir?, por
aquel entonces era muy fanático de Resident
Evil (un juego de PlayStation que
esa ahora como decir The walking dead)
y en ocasiones imaginaba que las acaloradas calles de Ica eran como Raccon City.
La noche del Viernes quedé en ir a su casa a ver
una película que había comprado, cuando toque el timbre de su puerta, salió
presurosa y muy bien arreglada, como si fuéramos a salir, de pronto pasó a
informarme que sus papás se habían ido a una fiesta y que regresarían muy tarde
por la madrugada, así que la casa estaría sola varias horas. En ese momento,
como muchas otras veces, no capté la indirecta, me desparramé en el sofá de la
sala y puse la película en marcha. Al final no vi ni cinco minutos de la
película, ya que, de un momento a otro los besos acalorados no se hicieron
esperar, todo iba transcurriendo con sutil normalidad, cuando una repentina
mordida de labio hizo que saltara del sofá.
- ¿Qué te pasa? ¿Por qué hiciste eso?
- ¿Qué te pasa a ti? ¿Por qué reaccionas de esa
manera?- ¿No entiendes que no me gusta que me muerdas?
- O sea que vas hacer un drama con todo esto y seguro ahora te vas a querer ir.
- Pues sí, no me siento cómodo ¡Me voy!
- Anda vete pues, pero luego no te arrepientas.
Ya sé que a ninguna chica le atrae ese tipo de
conducta, se también que fui un reverendo idiota por no captar lo que en
realidad B quería hacer, pero a mi favor puedo decir que recién estaba
conociendo el acalorado mundo sentimental. Fue por ello que cuando me pare del
sofá para dirigirme a la puerta, B me atacó por la espalda, pellizcándome el
poto. Gire de inmediato y ella se abalanzo sobre mí para besarme. Sin reacción
posible, solo me dejé llevar. Lentamente fuimos avanzando hacia el sofá. Ella
estaba hecha una fiera: me arañaba la espalda, me pasó su lengua por toda la
cara como si en vez de un chico fuera una paleta de caramelo.
La cosa se puso algo violenta. Lo que pudo ser una
tierna escena sentimental, se convirtió en un grosero round de lucha libre. Nos
caímos al suelo, nos revolcamos, cambiamos de posición. Todo fluía tal y como
mandan los cánones de la seducción.
Fue en aquel momento que cometí el peor error de mi
vida, mientras B me quitaba el polo para seguir con el juego prohibido, comenzó
a darme besos por todo el pecho hasta llegar a la zona abdominal, donde
repentinamente me metió un mordisco cerca del ombligo. Aquel mordisco inesperado
desencadenó una reacción nerviosa que nunca imaginé tener.
Por acto reflejo doble mi rodilla izquierda,
estampándole un golpe al nivel de la nariz en el rostro de B. Prácticamente
quedó noqueada en la alfombra de su sala, le sangraba el labio superior, y yo
que más asustado no podía estar, traté de persuadirla pidiéndole disculpas por
el abrupto golpe propiciado por los nervios. Su única y lógica respuesta fue: ¡Lárgate!
¡No te quiero volver a ver! ¡Eres un idiota!
Salí expectorado de su casa y de su vida como un
perro sarnoso, sentí un hincón de vergüenza en el estomago, imaginar el horrendo
estado con el que amanecería su labio, todo hinchado, como la bemba de Michael Jackson antes de la
operación; pero lamenté aun más, la idea de echar a perder mi primer intento
real de bailar tango sin ropa con una enamorada.
Mientras caminaba de regreso a mi casa, me di
cuenta que había sido un tremendo cojudo el no darme cuenta de las señales que
ella emitía. No es que se aburriera en las fiestas y por eso no hablara, era
que quería ir a un lugar más privado donde solo estuviéramos los dos, tampoco
es que había adquirido la manía de morder, es solo que me mordía para poder
excitarme y así sea yo quien dé el primer paso (el cual nunca di), lo que si no
pude explicarme fue por qué comía carne cruda, pero era algo que no venía al
caso. El punto es que había arruinado algo que pudo ser una noche salvaje y
hormonal.
Después de llamarla toda la semana y no recibir
señales de vida, accedí en ir a buscarla a su casa, imagine que después de toda
la semana, la cólera se le había pasado, que podíamos entablar una conversación
tranquila y retomar los besos que dejamos inconcluso en el sofá.
Como no sabía que hacer en un caso como este, decidí
darme una vuelta por la florería que estaba cerca a la Plaza de Armas. Nunca
había regalado flores, ni mucho menos escribir una dedicatoria, así que en
cuanto llegué a la florería entré, pedí un ramo de margaritas y en un descuido
del despachador, cogí el cuaderno de apuntes que estaba sobre el mostrador y
revise las dedicatorias que otros sujetos habían dejado. Ante tal arrebato sé
que mi curiosidad pudo más. Dicen que la curiosidad mató al gato, pero de risa.
Mientras leía los mensajes, no podía evitar reírme como un payaso, había
encontrado cada mensaje atorrante y ridículo de los cuales pude rescatar los
siguientes. “Si no me perdonas, me mato”, “Me muero si me dejas”, “Espérame
bañadita”, “Se que el otro no te hace sentir lo mismo que yo”, “Te extraño,
perra”, “Te querré hasta que Perú vaya a un mundial”, “Estas flores te las
mandamos ‘Panchito’ y yo”.
Después de coger mi ramo de margaritas sin
dedicatoria, partí rumbo a la casa de B. En el camino intentaba idealizar
alguna frasecita corta que hubiera escuchado en alguna comedia romántica, algo
que me funcionara para decir “lo siento” sin tanta alharaca. En esas mongolitas
cavilaciones andaba, cuando al cruzar la esquina de su casa, me llevé la
sorpresa de mi vida. Estaba la susodicha,
parada de los mas fresa en la puerta de su casa, besuqueándose tan cándidamente
con un tarado que fácil y le llevaba unos 6 años.
Totalmente indignado di media vuelta rumbo a mi
casa, lanzando insultos y maldiciones al aire: ¡putamare!, ¡carajo!,
¡conchasumare! No encontraba mejor forma de desquitarme que lanzar insultos a
ningún destinatario. Me habían herido en mi precario orgullo adolescente, así
que, al mismo estilo de una de las película
románticas de James Cameron, me puse
a desojar margaritas (literalmente hablando) todo el camino de regreso.
Casi antes de llegar a mi casa, en un acceso de
tranquilidad, alcance a mandarle una maldición a lo lejos: “Putamare, ojalá
este huevón le empareje el otro labio”.
Edición y
Fotografía: Dessiree Ramos Angeles (La culpable y hacendosa Dessita, que la
otro noche me invitó unos huevos sancochados que me mandaron al baño todo el
día)
Facebook oficial del blog:
[Les dejo esta canción que fue la
precisa que sonó en mi cabeza el día que regresé a mi casa desojando margaritas
por el camino. Un tema puñal.]
Aviso
de Servicio Público 1: Quiero saludar a mi hermano Adolfo por su cumpleaños,
acaba de cumplir quince y ya está listo para salir a la cancha a sudar la camiseta.
Aviso
de Servicio Público 2: Gracias Silvana, Dessiree y Betto por prestarse para
las huachafas fotos de este blog. Un abrazo pulpo.
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Que buen post me encanta enterarme de tu vida!!! tus catarsis son lo maximo ratita! un abrazote y no dejes de escribir que me entretienes! ajajjaa
ResponderEliminarjaja gracias por tu comentario Nancy, me alegra saber que te entretengo. Un abrazo. AC
EliminarGenial participar siempre de tu blog bro! un abrazo ratuno!
ResponderEliminarMe encanta leerte, ya hacia tiempo que no escribias y este post me hizo reir hasta que me doliera la boca, un abrazo ratita =)
ResponderEliminargracias a ti por reirte conmigo de mis peripecias. Saludos
EliminarMe encanta como escribes, eres de los pocos hombres que dicen la verdad o eso creo, no sabes como me rio cuando narras tus historias, espero algun dia conocerte ratita. Saludosdesde los Angeles
ResponderEliminargracias por decir que digo la verdad, espero que si algun dia me conoces no te decepcione jeje. Saludame a Charlie y a sus Angeles.
Eliminar¡Ay Alan! por lo visto algo tienes que a las chicas se les da por Morderte... ñan, ñam ja ja ja pero al menos ya entendiste cual es la razón de los mordiscones, arañones y demás...
ResponderEliminarMuy buena Memoria Mi Estimado,No sabes como me he reido.
PD: ¿No que te querías ir? "vete pues” (Me gusta mucho esta Frase) =)
Solo dire: jajajajajajajaja....
EliminarSaludos Jacki
jajajajaja es lo Mejor...
EliminarSaluditos =)
jajajajaja muy buena ratilla me he matado de risa
ResponderEliminarGracias Silvana, creeme que yo tambien. Un abrazo. Alan
EliminarOrgullosa hasta la médula de esta memoria Rata, una de las que esperaron más en el horno, pero muy buena concción... sigue pasando de estas y yo seguiré entusiasmada de participar como hasta ahora, un beso Rata ;)
ResponderEliminarMuy buena historia loco y las fotos estan cheveres. Saludos a Dessita. Esta fuerte (en el buen sentido)
ResponderEliminarJorge como estas? soy Dessita, muchas gracias por tu comentario y por el cumplido por supuesto. Sigue leyendo las próximas memorias, se vienen muy buenas. Besos a la distancia, bye. =)
Eliminarjajajaja.. la mas amable
EliminarParrafo a parrafo alan... No he dejalo de reirme jajajajaja que divertida imagino cada escena y tus reacciones y pellizcones en el trasero que chistoso ajaja... Me encanta como escribes y muy chistosa la partecita de: un tremendo y salivoso mordisco ajajaja 100 puntos para ti
ResponderEliminargracias Deya por tu comentario y espero me sigas leyendo. Un abrazo pulpo y que te mejores.
EliminarBuena hijo, esa no la sabía. Que sigan los éxitos.
ResponderEliminargracias
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