Está bien, lo admito, intenté
publicar el viernes, antes de empezar el partido Perú- Uruguay, pero como la
mayoría de peruanos, yo también fui víctima de aquel festival futbolístico que
nos convierte a todos en energúmenos durante los noventa minutos y peor aún, si
somos testigos de un partido de proporciones catastróficas como el que vivimos
el viernes. Pero ya, bueno, comenzaré a contar el final de esta historia, final
que dicho sea de paso, solo uno de ustedes adivinó en los comentarios del
facebook.
Como había señalado, cuando salí
del baño del bar, “E” me estaba esperando a un lado de la barra con su
sobretodo en la mano izquierda y un vaso de maracuyá sour en la derecha.
Realmente no me encontraba en total posesión de mis facultades racionales,
había bebido más de lo permitido y aquella disputa emocional entre mi lado
diablo y mi lado angelical, me había dejado más confundido que los hijos de
Ricky Martin en el día de las madres.
Mientras estaba parado en la
barra examinando de arriba abajo la figura de “E”, la conciencia me carcomía
por dentro, sentía que estaba cometiendo un sacrilegio por pegarle esa mirada
lasciva que por dentro se agazapaba.
La música de fondo (carita de
pasaporte de Alexander Abreu) sumergió el ambiente en un espectacular momento
Kodak, inconscientemente mi lado hormonal tomaba posesión de mis acciones y
emociones.
Intercambiamos un par de sonrisas,
una que otra mirada y quizás por ahí hasta un guiño medio coquetón.
En uno de los tantos giros que el
baile había ocasionado, “E” quedó muy cerca mío, nuestros rostros se quedaron
efectivamente a pocos milímetros uno del otro. La miré a los ojos para certificar
que hubiera agua en la piscina y pude ver como entre abrió los labios y cerró
los ojos.
En ese preciso momento, mi mente
se desdobló en dos, y al mismo estilo que el profesor Charles Xavier en la película X-men,
el tiempo se paralizó, congelando por unos breves segundos todo a mi alrededor.
Para sorpresa mía, mis consejeros personales volvieron aparecer en escena, el
Alan diablo y el Alan Angelical.
- No te acerques más a esta pobre parroquiana Alan, vade retro Satanás,
piensa en tu amigo, tu chochera, tu hermano del alma. Afirmó mi lado
angelical, dispuesto a evitar que caiga en tentación.
- Vamos, ya, ahora, aprovecha que tienes esta oportunidad y dale un beso
de lengüita, no le hagas caso a ese sonso con hábito de monja y alas de pollo.
Piensa que esta chica también quiere lo mismo. Atacó mi lado infernal,
hincándome con su trinche para avivar la lujuria.
Confundido como estaba, decidí
atropellar mi lado ético y de buenas costumbres, estaba dispuesto a cometer el
perjurio, aunque eso me carcomiera la conciencia el resto de mi vida. Total, si
bien su ex era mi amigo, pero ya no era mi chochera del alma.
Lamentablemente el Alan versión
diablo le había dado una paliza al Alan versión santurrón, a pesar de que tuvo
buenas ideas, mi lado sátiro había trapeado el piso con mi pujante pero
debilucho lado inocentón. Así que estaba dispuesto a estamparle un beso a mitad
de la cara, ya estaba decidido, nada ni nadie me lo iba a impedir, ni la lealtad,
ni la culpa, ni el remordimiento, ni ningún otro escrúpulo de último minuto,
este era un trabajo sucio y la verdad que yo me moría por hacerlo.
Como ya me había tragado el sapo
de la culpa, me acerque para darle el beso que tanto me había cuestionado, pero
claro, uno nunca sabe lo que pasa por la cabeza de las mujeres. Lo digo de esta
manera porque cuando estuve a punto de tocar sus labios, ella retrocedió su
cara, alejándose intempestivamente, pegándome una mirada como quien decir ¿Qué
crees que estás haciendo?
Es horrible cuando intentas dar
un beso y eres choteado en el acto, todas las revoluciones adrenalinitas que
tuviste en ese momento, se bajan a cero, pierdes las ganas, te desalientas a ti
mismo y lo primero que piensas es en huir de inmediato.
Por un instante pensé, que mi
querida y curvilínea amiga era una chica más de la sub clase de “chicas termo”.
Pero, tras meditarlo por breves segundos caí en cuenta que quizás – una vez más
– interpreté mal las cosas, que mientras ella me veía con ojos de amigo, de
compañero buena gente y de brother de su ex, yo alucinaba – como tantas veces –
que estaba en un proceso de selección del cual había salido airoso y que por
esa misma razón, merecía ser recompensado con un chape.
Desmoralizado como estaba, decidí
llevarla a su casa para terminar con la vergüenza que sentía por dentro, había
cometido un acto de felonía y para nada.
En el camino de regreso hacia mi
casa, recordé cada uno de los episodios que había vivido esa noche, buscando en
algún lugar la falla en tan grave acción. Era de esperarse que no encontraría nada,
así que lo único que pensé en voz alta fue: “Putamadre, porqué nadie tiene
bandera”.
Y eso fue lo que ocurrió, acérrimos lectores y
visitantes de las memorias de una rata. No me la chape, no me chapó, no
paso nada de nada, solo un baile sensual producto del licor.
Eso sí, debo admitir que en
ocasiones los solteros como yo, nos enfrentamos a cada situación de lo mas cómica
y de lo mas sínica y absurda. Solo espero que en esta ocasión mi amigo no lea esta memoria.
Edición y Fotografía: Dessiree Ramos Angeles (la estudiosa y estresada
Dessita, que ahora me reprocha que porque ya no la llamo con cariño)
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