[Solo para quienes leyeron el post anterior de “Mi yo bipolar”]
Supongo que la mayoría de
personas está esperando el desenlace de esta blog-novela, alguno por ahí
esperará (como la mayoría de personas
que viven los cuentos de hadas) que termine con un final feliz, donde formalice
una relación con J (la chica BCP) y que vivamos felices el resto de nuestra
vidas, indigestándonos comiendo platos y platos de perdices.
Lamentablemente las cosas no suceden
como en los cuentos infantiles, ni como las tele lloronas mexicanas, donde la
pobre y sufridita empleada se casa con el encorbatado ricachón, que muere de
pasión por ella. Esto señores, es la
vida real y no siempre termina con un final feliz.
Lo digo de esta manera porque
creo que J se ha hecho merecedora de este post y no solo ella, sino también
todas las mujeres del Perú que alguna vez salieron con un pata.
La otra noche quede en salir con
J, habíamos quedado en encontrarnos en un restaurant miraflorino para poder
entablar una conversación más amena que la de la semana pasada.
Como buen chico entusiasta que
soy, estuve puntual en la puerta del restaurant a la hora indicada, normalmente
no soy tan puntual que digamos, pero tratándose de alguien con quien compartí
una velada espectacular la semana pasada, pues no me cabe duda que debía seguir
a rajatabla lo que mi sentido común me dictaba.
Mientras divagaba como un tarado
afuera del local, sentí una pequeña vibración en el bolsillo derecho del pantalón.
Era mi celular de última generación (Motorola V3) que me avisaba que tenía una
llamada entrante de la esperada J.
- ¿Aló? ¿Alan?
- Sí, hola J, dime, ¿Por dónde estás?
- Estoy por Monterrico, ya estoy
llegando en 20 minutos, sorry es que hay un tráfico de mierda
- No te preocupes, yo también ya estoy llegando. Obviamente, no le dije que la estaba esperando desde hace 10 minutos como un pelele.
- No te preocupes, yo también ya estoy llegando. Obviamente, no le dije que la estaba esperando desde hace 10 minutos como un pelele.
- Ya chévere, entonces ahí te
caigo, estoy en el carro de mi enamorado.
- ¡¡¡¡¡¡¡¿¿¿Enamorado???!!!!!!!!!!
- Cuando escuché la palabra E-N-A-M-O-R-A-D-O, los pliegues de mi cara se torcieron por la
sorpresa que J acababa de generar.
- Sí, mi enamorado. ¡Ay amigo!,
lo que pasa es que no te he contado que en esta semana nos dimos una
oportunidad y bueno, le conté que había quedado en cenar contigo y me dijo que
él también quería ir y conocerte, que lee tu blog y que le pareces un cague de
risa ¿Normal no?.
- ¿Ah? este… sí claro, normal,
no hay paltas - Respondí totalmente descomputado, imaginando por un momento
la escena que íbamos a interpretar: J, su enamorado y yo.
- Ok, un beso, ahí te veo.
Con el celular aun en la mano, no podía concebir la noticia que J (la chica por la cual había interpretado los más
febriles devaneos sentimentales) me acababa de anunciar. Tenía enamorado y, lo
peor de todo, es que estaba en camino a encontrarse conmigo.
La verdad que su comportamiento me dejó menos perplejo que
decepcionado. Aún no podía concebir como pudo pasar eso, acaso ¿Fui el único
que se hizo ilusiones?, ¿En algún momento me dijo que tenía enamorado y yo, por
despistado, no le presté atención?, o
simplemente ¿fui el único mamerto que imaginó todo el feeling de la semana pasada, mientras que ella solo me veía como el
“amigo buena gente”? (para empezar odio que la chica que me gusta me diga
“amigo” porque muy bien saben lo que pienso de la amistad entre hombres y
mujeres).
Manteniendo el celular en la mano, mi cabeza comenzó a ser víctima de
unos flashback impresionantes y al
mismo estilo que Ashton Kutcher en El efecto Mariposa, comencé a recordar
cuadro por cuadro las escenas que compartí con J la semana pasada en Huaringas bar.
Mientras seguía parado en la puerta del restaurant, imaginé dos
posibles opciones de lo que sucedería. La primera era que llegue de la mano de
su enamorado y él, al verme parado en la puerta del restaurant esperando a su
novia, venga como un búfalo desorientado
a envestirme, por intentar gilearme a su flaca. La segunda era que baje
del carro de su enamorado y ella, cual señorita de su casa, me presente al
susodicho y ambos entremos a cenar al restaurant, para que posteriormente me
consiga un violín y la haga de buen samaritano.
En cualquiera de las dos situaciones yo salía perdiendo así que, la
única manera de salir airoso y con algo de dignidad entre las manos, es que nos
encontremos en las mismas condiciones. Es decir, que yo también este con una
acompañante, pero faltando 20 minutos para que llegara J, ¿De dónde diablos iba
a conseguir una chica que aparezca en 20 minutos y sobretodo que sea guapa?
Aún con el celular en la mano, repasé de arriba abajo la agenda de mi
teléfono móvil, buscando en algún lugar, el teléfono de una chica que accediera
a salir y acompañarme en esta fúnebre procesión sentimental.
Encontré por ahí el teléfono de P, una chica con la cual intercambie
un par de besos hace ya unos años. La verdad dude en llamarla ya que, para
empezar, es una engreída fatal y también se alucina la última Coca Cola del
desierto. Es por esa misma lógica que, de vez en cuando, la invito a salir (y
de cuando en vez, ella accede). Es una chica guapa debo admitir, así que era la
única opción que me quedaba para poder competir con la espectacular J y su
novio.
Después de varias timbradas, P me contesto el celular, y prácticamente me tiré al piso para que accediera a salir y acompañarme en esta cena inesperada de la cual ignoraba el final. Milagrosamente accedió a salir, quizá porque no había cenado, o quizás porque estaba recontra cerca a Miraflores. La verdad me daba igual, lo único que quería, era poder salir de este aprieto del cual había sido sorprendido.
Pasaron los 20 minutos y cuando ya estaba a punto de tirar la toalla,
veo que un Hyundai Accent del 2007, se
estaciona frente a la puerta del restaurant. De pronto se abre la puerta del
copiloto y desciende la flamante y espectacular J, que para mi mala suerte,
había llegado con una minifalda de infarto, hacía un jodido frio, pero ella
tenía que lucir esa apretada minifalda que dejaba lucir un par de piernas de
antología. Sin duda, las mejores yucas del restaurant y alrededores. Por otro
lado, del asiento del conductor, bajó el supuesto novio, un sujeto bonachón,
más regordete que musculoso y más alto que bajo.
- ¡¡¡hola Alancito!!! sorry por la demora, lo que pasa es hay un egg de tráfico y no sabes lo estresada
que estoy con las combis y taxistas que se meten como quieren.
- Hola J, ¿Cómo estás?, no te preocupes yo también acabo de llegar.
- Bueno amigo, te presento a mi enamorado, Ricardo.
Al estrecharle la mano al supuesto novio de J, sentí que el apretón
fue algo más fuerte de lo inusual, normalmente los hombres cuando saludamos,
apretamos la mano del individuo con firmeza, como símbolo de camaradería y gratitud. Pero en este caso,
después del apretón de mano que nos dimos sentí mis dedos acalambrados por la
presión, dejando una frase media indirecta en el camino: “un gusto también, me
han hablado mucho de ti”.
“Espero que cosas buenas” fue lo primero que se me ocurrió decir tras
la indirecta disparada por el novio de J.
Como ya lo había pronosticado, nos sentamos en la mesa que había
reservado. Era la pareja perfecta más uno. Mientras se cogían de la mano y se
mandaban indirectas con las miradas, su servidor, que a esas alturas parecía
una rata desesperada, contaba los minutos para que mi supuesta acompañante
hiciera su aparición en escena.
Durante 30 minutos, la hice de violinista, tuve que entretener al
auditorio haciendo gala de mis mejores anécdotas, claro que también tuve que
tragarme las caricias que se daban por momento y los chapes que interpretaban
en mis narices. Por breves segundos mi subconsciente intentaba sacar a relucir
mi lado diabólico y arrebatado, pero claro que era calmado y neutralizado por mi lado santurrón y
mojigato.
Mientras miraba mi reloj por vigésima quinta vez y mi rodilla vibraba
al ritmo de la desesperación, hizo su entrada triunfal, mi supuesta acompañante.
Al verla cruzar la puerta de entrada, levante mi mano para que pueda ubicarnos,
mi ánimo había regresado. No solo nos encontrábamos en iguales condiciones sino
que, esta vez (debo admitirlo) P había venido, igual de simpática que J. Mi
cara de violinista amargado, había sufrido un cambio de 360 grados, había
recobrado el buen humor y no solo eso, sino que hasta me sentí un tipo son
suerte.
Después de la presentación protocolar, me animé a pedir una ronda de
pisco sour. La conversación estaba animada, intercambiamos anécdotas, canjeamos
un par de risas y por ahí que hasta me anime a hacerle un guiño medio coqueto a
P. De no ser un por un bostezo que P no supo disimular, diría que la estábamos
pasando de maravilla. Tras la quinta ronda de pisco sour, los animé para ir a
bailar. Inesperadamente aceptaron, así que por dentro, en la oscuridad de mi
laxada conciencia, auguré una frase del tipo “hoy la hago”.
Salimos del restaurant y caminamos un par de cuadras rumbo a la calle
de las pizzas, me sentí afortunado de ir al lado de una chica tan guapa como P,
fue con ese aire de bacanería que entré al local con índole de ganador.
Una vez dentro el lugar estaba lleno, así que nos acomodamos en la
barra de la discoteca. Pedí un Caipiriña para mí y un mojito para P. Comenzamos
a ser un brindis en mención de la “amistad” y chin chin sonaron los vasos.
Bailamos un par de canciones y en eso se le ocurre fumar a P. Normalmente no
cargo encendedor y para mi sorpresa, los dos nuevos amigos tampoco tenían uno,
así que P se fue en busca de alguien que le preste un encendedor. Por ahí le
extendió la mano un fulano, que no contento con prender su cigarro, empezó a
conversarle.
Al inicio no me pareció raro, quizás se conocían, pero estaba claro que esa charlita incipiente, tendría
que terminar en cualquier momento. Además estaba clarísimo que P había venido
conmigo, así que no me preocupaba.
Pasaron cinco minutos y la situación no cambiaba, para colmo mis dos
nuevos amigos estaban que agarraban de lo lindo, por un momento tuve la misma
sensación que al inicio estando sentado en el restaurant. Totalmente indignado
me dirigí rumbo a donde estaba P y su nuevo amigo, quizás estaba esperando a
que llegara a salvarla de ese sujeto, pero cuando vi la sonrisa de P de oreja a
oreja, sentí cólera por su tremendo
descaro, estaba de lo mas fresa cargándose de risa con este nuevo personaje y
encima de todo, en el colmo de la conchudes: míster X estaba tomándose, muy
campante, el trago que yo – Don huevon –le había comprado a P. Es decir, encima
que le traigo a la chica, también le financio la juerga.
Subí a la terraza del local, para respirar un poco de aire, estaba
haciendo el papelón de mi vida y encima estaba quedando pésimo con “mis dos
nuevos amigos”. Mientras analizaba la situación, decidí calmarme y regresar
nuevamente a la batalla, pensé que P había terminado la conversación tan
animada con el pata y que quizá me estaba buscando.
Lamentablemente mi instinto volvió a fallar, ya que en el preciso instante
que baje a buscar a P entre la multitud, me percate de una escena que marco el
colmo de lo soportable. La muy descarada estaba colgada del cuello de ese
fulano, mientras que se besuqueaban de lo lindo al ritmo de la música. En ese
mismo instante –estupefacto, avergonzado y destruido en mi virilidad – apelé al
pasito moonwalking de Michael Jackson y me deslicé hasta
desaparecer entre la muchedumbre. Sin valor para despedirme de P, de J y de su
novio, huí del local con una sensación de estafa. Me costaba reconocerlo, pero
había perdido esta vez y había perdido bien.
Triste como estaba, me tocó llamar al gordo para vomitarle toda mi
cólera y frustración. Tome un taxi, llegué a su casa y - entre la canchita de
microondas y un par de cervezas bien heladas - comencé a narrarle todo lo
sucedido, para posteriormente quedarme jato en el sofá de su sala.
Al día siguiente, me levanté con un sentimiento de culpa, había hecho
el papelón de mi vida y todo gracias a ellas. La popular chica BCP y la guapa e
impredecible de P, son quienes se han hecho acreedoras de este post, gracias
chicas por la anécdota brindada. Para ustedes va dedicado esta memoria con
mucho cariño.
Edición y Fotografía: Dessiree
Ramos Angeles (la Tía hot de los cachimbos de derecho)
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